Miguel Mastrogiácomo
Desde chico, al ser del barrio y ver el movimiento que tenía Bomberos, siempre me gustó. Así que entré a los 14 años recién cumplidos. En aquel momento, todo se armaba con la gente que había. Había momentos que éramos 3, 4, o 20 en una dotación. No era una organización como lo es hoy. Éramos desordenados. Teníamos un solo vehículo y todos queríamos salir. Algunos iban directamente al incendio, según dónde se encontraran. Había que luchar contra el incendio y contra la gente que quería ayudar. Era algo muy manual todo.
El autobomba en aquellos tiempos tenía dos barretas, dos picos y una pala. No tenías nada, era todo a mano. Se usaban más recursos que hoy. Un autobomba de antes tenía mil litros nada más, y hoy tiene 2800 o 4000 litros, más el cisterna que viene atrás. Entonces, había que hacer cadena hasta llegar al río y chupar agua de ahí. Pero nunca nos quedábamos sin agua. Recuerdo un incendio grande en General Electric en la calle Monasterio, yo era chico y me llevaron de segunda, y me hacían entrar para tirar agua y que me fuera familiarizando, siempre con gente de experiencia al lado.
Ser bombero para mí es algo indescriptible. Es algo muy lindo que uno lleva adentro. Ya solo el hecho de ayudar al prójimo es un valor incalculable. A veces reconocido y a veces no. Pero va en uno. Uno se siente útil, uno se siente bien y siente que cumplió con lo que lleva adentro. Hay veces que trato de no comentarlo, para estar en el anonimato. Es difícil transmitir ciertas cosas. Cuando salís en un vehículo de emergencia; todo es una anécdota. Un chico que te saluda, alguien que te cede el paso, o un sirenazo que tocás de más, todo es una anécdota.
Los Bomberos Voluntarios de La Boca es una linda escuela, y solo con el paso tiempo uno se da cuenta de lo que verdaderamente significa. Hoy, mirando hacia atrás, le doy más importancia que antes a todo lo aprendido. Ser bombero te da valores, te da educación y respeto.
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