Adrián Yañez
Mi relación con los bomberos empezó a los 14 años. Como todos los domingos a la mañana fui a jugar al fútbol y un grupo de gente me invitó a jugar. En medio del partido uno se frena de repente y dice “¡la sirena!”. Salen todos corriendo y a uno de los muchachos se le cae una bolsa. La agarro y salgo corriendo atrás. Veo que varios se meten a un lugar y salen dos camiones. Me impactó mucho saber que eran bomberos… Le entregué la bolsa al cuartelero de turno y le pregunté qué tenía que hacer para entrar. Me dijo: “venite el lunes”. Y vine. Pasó más de un mes sin contarle a mi mamá (risas).
En tantos años he participado de un montón de incendios trascendentales, pero me acuerdo de uno en el que realmente la carga de fuego era muy importante y se destruyó el 90% del conventillo. Una mujer muy humilde que vivía en ese lugar y había perdido todo, se acercó y nos agradeció a pesar de la pérdida que tenía.
Recuerdo que un día vino un aspirante que vivía en Caballito, de clase media, 25 años. No era del barrio pero, como había demanda de personal, entró. Nosotros lo cargábamos: “si vos te vas, no vas a escuchar la sirena, te vas a perder el gran incendio”. Ese muchacho se casó con el uniforme de bombero y hasta el día de hoy está en el cuartel. Alguien que creíamos que iba a durar un mes o dos… La actividad dentro de bomberos es desgastante. Es levantarte a las 4 de la mañana cuando suena la sirena. Es un sacrificio, pero también una pasión.
Yo tengo un tatuaje del escudo de los bomberos de La Boca, y siempre digo que es mi marca de nacimiento. Creo que después de que salís al primer incendio y ves la energía de todos los que salen con vos, la adrenalina, el accionar que tiene toda la dotación en ese momento, cada uno ejerciendo su rol, para que el trabajo salga como debe, ahí sos bombero. Fuiste parte útil de, o lograste el cometido de… y la satisfacción personal es inmensa cuando entrás por la puerta habiendo logrado el objetivo.
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